Indígenas mexicanos
Repensar la etnicidad y la cultura en las migraciones
y movilidades de los sujetos colectivos

Carolina Sánchez García


Resumen

En este artículo se analizan, desde un enfoque antropológico teórico conceptual, los efectos que la migración, la movilidad y su condición de multisitualidad imponen sobre la etnicidad y la cultura de la población indígena mexicana en el contexto de la globalización, caracterizada por el incremento en los movimientos poblacionales. El objetivo es comprender los fenómenos socioculturales que emergen de estas realidades, en las que están inmersos los sujetos colectivos. La investigación parte de un análisis documental, que incorpora las propuestas de diversos autores: Marcus (2001), quien propone la “etnografía multilocal” para el estudio de la población multisituada; TishKov (1997), redefine el concepto de etnicidad más allá de una noción primordial; Dietz (2017), aborda los procesos interculturales e intraculturales de los sujetos colectivos; Giddens (1984), que introduce el concepto de “rutinización” para referirse a la gestión de la continuidad cultural; Auge (2007), quien hace notar la desigualdad inherente a la globalización. Se emplea una metodología mixta, cuantitativa y cualitativa

Resumé

Cet article analyse, d’un point de vue anthropologique théorique et conceptuel, les effets que la migration, la mobilité et leur condition multi-située ont sur l’ethnicité et la culture de la population autochtone mexicaine dans le contexte de la mondialisation, caractérisé par une augmentation des mouvements de population. L’objectif est de comprendre les phénomènes socioculturels qui émergent de ces réalités, dans lesquelles les sujets collectifs sont immergés. L’article commence par une analyse documentaire qui intègre les propositions de divers auteurs : Marcus (2001), qui propose une « ethnographie multi-site » pour l’étude des populations multisituées ; TishKov (1997), qui redéfinit le concept d’ethnicité au-delà d’une notion primordiale ; Dietz (2017), qui aborde les processus interculturels et intraculturels des sujets collectifs ; et Giddens (1984), qui introduit le concept de « routinisation » pour désigner la gestion de la continuité culturelle. Augé (2007), qui souligne l’inégalité inhérente à la mondialisation. Une méthodologie mixte, à la fois quantitative et qualitative, est utilisée.

Abstract

This article analyzes, from a theoretical and conceptual anthropological perspective, the effects that migration, mobility, and their multi-situated condition have on the ethnicity and culture of the Mexican indigenous population within the context of globalization, characterized by increased population movements. The objective is to understand the sociocultural phenomena that emerge from these realities, in which collective subjects are immersed. The research begins with a documentary analysis that incorporates the proposals of various authors: Marcus (2001), who proposes “multi-site ethnography” for the study of multi-situated populations; TishKov (1997), who redefines the concept of ethnicity beyond a primordial notion; Dietz (2017), who addresses the intercultural and intracultural processes of collective subjects; and Giddens (1984), who introduces the concept of “routinization” to refer to the management of cultural continuity. Augé (2007), who points out the inequality inherent in globalization. A mixed methodology, both quantitative and qualitative, is used.

Citer cet article

Carolina Sánchez García. 2025. « Indígenas mexicanos. Repensar la etnicidad y la cultura en las migraciones y movilidades de los sujetos colectivos ». Nomopolis 3

En este artículo se analizan, desde un enfoque antropológico teórico conceptual, los efectos que la migración, la movilidad[1] y su condición de multisitualidad imponen sobre la etnicidad y la cultura de la población indígena[2] mexicana en el contexto de la globalización, caracterizada por el incremento en los movimientos poblacionales. El objetivo es comprender los fenómenos socioculturales que emergen de estas realidades, en las que están inmersos los sujetos colectivos.

La investigación parte de un análisis documental, que incorpora las propuestas de diversos autores: Marcus (2001), quien propone la “etnografía multilocal” para el estudio de la población multisituada; TishKov (1997), quien redefine el concepto de etnicidad más allá de una noción primordial; Dietz (2017), quien aborda los procesos interculturales e intraculturales de los sujetos colectivos; Giddens (1984), que introduce el concepto de “rutinización” para referirse a la gestión de la continuidad cultural; Augé (2007), quien hace notar la desigualdad inherente a la globalización. Estos y otros autores enriquecen la comprensión del fenómeno de estudio.

Se emplea una metodología mixta, cuantitativa y cualitativa. La primera permite identificar a los sujetos multisituados, a partir de información estadística georreferenciada. La segunda ejemplifica, de manera general, los procesos descritos a lo largo del texto, mediante datos empíricos obtenidos en entrevistas en profundidad realizadas a integrantes de la población mixteca[3], o ñuu savi, durante el trabajo de campo efectuado en Fresno, California (Estados Unidos), y en Tijuana, Baja California (México).

El estudio permitió comprender el papel de la etnicidad en los procesos socioculturales que emergen en contextos de migración, movilidad y multisitualidad, así como la complejidad que los caracteriza. Para una segunda etapa de la investigación, se prevé recopilar mayor información de campo, que permita profundizar en el análisis del tema a partir de datos empíricos.

La estructura del artículo se compone de seis apartados:

I. Características, causas y efectos de migraciones y movilidades.

II. Etnicidad, migración y movilidades de población indígena multisituada.

III. Redes, migración y movilidad.

IV. Comunidades trasnacionales.

V. Reflexiones finales.

VI. Bibliografía consultada.

I. CARACTERÍSTICAS Y CAUSAS DE MIGRACIONES Y MOVILIDADES

La migración y la movilidad son fenómenos sociales que han acompañado a la humanidad a lo largo de su historia. Sin embargo, las transformaciones impulsadas por la globalización mundial han provocado un incremento acelerado en el número de personas, provenientes de diversas culturas, que participan simultáneamente en ambos procesos. Este fenómeno, caracterizado por la convergencia de movimientos económicos, financieros y de comunicaciones, ha producido también cambios recientes en la redistribución geográfica de poblaciones culturalmente diversas; aunque se debe considerar que hay poblaciones de distintas partes del mundo que, durante flujos migratorios anteriores, se asentaron en los países receptores contribuyendo así a su conformación como sociedades culturalmente diversas.

En el caso de México, la actual movilidad y la migración nacional e internacional de la población indígena, tiene como antecedente sus desplazamientos internos en épocas pasadas, motivados por la búsqueda de mejores condiciones de vida, sin embargo, el inicio de su participación en este fenómeno social varía entre un pueblo indígena y otro.[4]

Entre los mixtecos, por ejemplo, se registra la salida de sus lugares de origen desde la época de la Colonia, debido a la desertización de sus territorios por la sobreexplotación de los recursos naturales. Posteriormente, participaron en la ruta de la migración jornalera y, con la mecanización del campo, se trasladaron hasta el noroeste de México. Asimismo, participaron en el Programa Bracero[5] y en la posterior ola de la migración indocumentada. También, hubo mixtecos se vieron beneficiados por IRCA (Immigration Reform and Control Act)[6] para arreglar sus documentos y poder trabajar en Estados Unidos (Sánchez 2017).

La continuidad en el tiempo de estos movimientos de población, que siguieron el ritmo de los mercados de trabajo donde pudieron incorporarse, diversificó los lugares de llegada y ello derivó en que la población indígena mexicana se encuentre multisituada en México y en Estados Unidos, siendo este último su principal destino internacional. Así, las migraciones y las movilidades indígenas son un fenómeno de larga data que han aumentado en el contexto de la globalización. Esta realidad plantea nuevos retos teóricos y metodológicos para los estudios sociales y, en particular, para la antropología, debido a sus implicaciones en la comprensión de la reproducción sociocultural de los sujetos colectivos. Estos grupos se encuentran multisituados por efecto de las migraciones y las movilidades, al mismo tiempo que coexisten en entornos de diversidad cultural.

Esto sucede con la población indígena de México, cuyos espacios de reproducción sociocultural han trascendido sus comunidades de origen; en la actualidad estos incluyen las fronteras norte y sur, así como zonas rurales y urbanas nacionales e internacionales, como lo confirma un estudio del Banco Mundial (2015) el cual señala que 54 % de la población indígena de México vive en un entorno urbano. De igual forma, las estadísticas censales o de los conteos de población realizados por el INEGI de 1940 a 2020 registran a la población indígena en lugares distintos a sus territorios de procedencia, lo que ha significado una redistribución de la población indígena a lo largo del territorio nacional (mapas 1 y 3) y en varios lugares de Estados Unidos donde actualmente se encuentran, lo cual contrasta significativamente con su ubicación anterior, cuando se concentraban exclusivamente en sus lugares de origen (mapa 2).

Mapa 1. Elaborado por puic-unam, con base en inegi 2020

Mapa 2. Elaborado por puic-unam, con base en inegi 2020

La movilidad y migración nacional e internacional presenta una composición étnica diversa; desde hace varias décadas participan zapotecos, mixtecos, purépechas y nahuas (Sánchez 2015), Sin embargo, en tiempos más recientes, se han sumado a las rutas migratorias o han experimentado situaciones de movilidad otros grupos indígenas, como triquis, mayas, mazahuas, mazatecos, yaquis, tlapanecos, ixcatecos, amuzgos, chuj, matlatzincas, mixes, mam, pames, pimas, popolocas, tacuates, tepehuanes y tepehuas, entre otros.

En Estados Unidos, el censo de 2010 reportó la presencia de 30 etnias mexicanas en 50 estados de aquel país, siendo California, Florida, Texas, Nueva York, Oregon y Washington los destinos con mayor número de migrantes (mapa 3), aunque su estancia se registró en todo el territorio (Sánchez 2019); esta situación varía según el pueblo originario. Por ejemplo, los mixtecos, o ñuu savi, como ellos se nombran en su lengua materna, fueron identificados en 40 estados de la unión americana por la misma fuente (mapa 4).

Mapa 3. Elaborado por puic-unam, con base en: Albertani 1999; Bartra 2011; Burke 2004; cdi 2007; Camargo 2011; Conapo 2012; inegi 2012; Castañeda 2010

Mapa 4. Mapa 3. Elaborado por puic-unam, con base en: Albertani 1999; Bartra 2011; Burke 2004; cdi 2007; Camargo 2011; Conapo 2012; inegi 2012; Castañeda 2010.

Las relaciones de desigualdad social, exclusión y explotación que han afectado a los pueblos indígenas del país en toda su historia persisten como los principales factores que influyen en la continuidad del fenómeno migratorio y su movilidad nacional e internacional, aun cuando pueden ser múltiples las causas que los explican. Por ejemplo, los ñuu savi[7] decidieron salir de su lugar de origen para cubrir necesidades básicas, como la alimentación, ante la falta de empleo o la diferencia salarial entre los trabajos del lugar de origen y los de destino, así como los bajos ingresos que reciben por la comercialización de los productos agrícolas que cultivan o por la venta de artesanías, debido a que los precios que ofrecen los compradores son bajos:

Allá [en Fresno] ganamos más que aquí, no hay un trabajo que ganamos dinero. Aquí pues a veces no tenemos dinero y qué cosa vamos a traer para comer, no hay nada, de dónde agarramos dinero. Allá como ganamos dinero, comemos toda la comida que nos gusta, compramos y hacemos (Adán, comunicación personal, 26 de julio de 2006, San Miguel Cuevas).

Las condiciones de vida de la población indígena siguen siendo un factor determinante en las migraciones y las movilidades, a pesar de los avances en el marco jurídico[8] de México relacionado con los derechos de la población originaria. Esto evidencia que aún prevalecen relaciones interculturales asimétricas entre el Estado, la sociedad y los pueblos originarios, quienes continúan en desventaja, como se manifiesta en las condiciones estructurales de sus lugares de origen, donde la carencia de servicios básicos, los bajos niveles educativos, los problemas de salud, y el despojo de sus territorios son una constante, circunstancias que no difieren significativamente de la situación que vivían en épocas anteriores: “los campesinos […] de México protestaron en varias regiones porque las haciendas se adueñaron en forma creciente de las tierras de los poblados” (Moguel 1998; citado en López-Bárcenas 2007:5).

Por todo ello, la migración y la movilidad han cobrado un papel central en la economía de las poblaciones indígenas, quienes que buscan de opciones de ingresos para la subsistencia ante las dificultades que enfrentan en sus comunidades de origen. No obstante, integrarse en los destinos migratorios, nacionales o internacionales, lo hacen de manera desventajosa dentro del modelo de desarrollo global, lo que impide una mejora sustancial en sus condiciones de vida. Según el citado estudio del Banco Mundial (2015), los indígenas que viven en las ciudades enfrentan condiciones más precarias e inseguras en comparación con los residentes no indígenas.

Esto sucede aun cuando el acceso a los servicios básicos, a la educación y al empleo pueda ser mayor si los comparamos con las zonas rurales de origen. Por ejemplo, “tener 1.5 veces más probabilidades de tener acceso a electricidad y 1.7 veces mejor acceso a agua potable, que la población indígena rural […]. La culminación de la primaria es 1.6 veces mayor, la secundaria es 3.6 veces mayor y la terciaria 7.7 veces mayor, en comparación con los que habitan en zonas rurales” (Banco Mundial 2015).

La falta de una formación educativa se refleja en las oportunidades de empleo a las que pueden acceder, las cuales como ya se mencionó son, por lo regular, temporales, propiciando también que algunos de ellos permanezcan en una situación de movilidad laboral a lo largo de su vida productiva. Los mixtecos, por ejemplo, se emplean en actividades de baja calificación, como el trabajo en los campos agrícolas, donde son contratados como jornaleros, después de que en sus lugares de origen fueron agricultores y cuentan con conocimientos sobre el cultivo de distintos productos agrícolas. Incluso, hay personas mixtecas que desde su infancia trabajaron como jornaleros o jornaleras en zonas agrícolas, como ha sucedido con algunos oriundos de San Miguel Cuevas, Oaxaca.

Así, la tendencia para los pueblos indígenas es formar parte de los trabajadores que reciben los salarios más bajos, lo que impacta también en su nivel de vida (Sánchez 2019). No obstante, la migración continúa siendo una alternativa que les permite atenuar problemáticas que enfrentan en su lucha por la subsistencia, dentro de un contexto de desigualdad social y de interculturalidad asimétrica. A esta dinámica contribuye una cultura de la migración que se hereda de una generación a otra, además de una política migratoria que facilitó, en su momento,[9] que algunos mixtecos regularizaran sus documentos para trabajar en Estados Unidos, sentando las bases para que más familiares o paisanos siguieran sus pasos. A esto se suma el incremento en el costo de viaje a Estados Unidos, lo que ha reducido la posibilidad de desplazamientos continuos entre México y ese país, entre otros factores que han propiciado el cambio de lugar residencia de etnias mexicanas.

No obstante, como ya se mencionó, la movilidad de la población se mantiene constante, porque está articulada a la dinámica de los mercados de trabajo, nacionales e internacionales, lo cual implica que las personas migrantes se desplacen por múltiples lugares, en donde pueden ser contratados de manera temporal, independientemente de que tengan un lugar de residencia distinto a su comunidad de origen. Tan sólo en el caso de los mixtecos de Oaxaca que viven en California, en ciertas temporadas del año se trasladan a trabajar a las zonas agrícolas de Oregon, Florida o Washington.

Con el tiempo, se han diversificado los mercados de trabajo en los que se incorporan los indígenas mexicanos en Estados Unidos, como sucede con los mixtecos, quienes además de emplearse en las zonas agrícolas, trabajan en los servicios, la jardinería, hotelería, en negocios de comida rápida y en la industria de la construcción o electrónica, por mencionar algunos. En efecto, son precisamente las actividades económicas y el tipo de contratación unos de los principales factores que propician la movilidad permanente de la población, en tanto que se trata de empleos temporales, por lo que si termina el trabajo en un lugar tienen que buscar en otro para poder contar con recursos económicos que les permitan garantizar la subsistencia.

La migración y la movilidad de esta población generan efectos visibles en sus comunidades y en los nuevos espacios de interacción social; en estos entornos las etnias migrantes se desenvuelven, producen y reconfiguran su cultura e identidad. Tan sólo, se registran cambios en los sistemas normativos, la organización social, el aparato productivo y el tipo de consumo asociado con necesidades nuevas (Nolasco y Rubio 2011; citado en Sánchez 2017). Así, surgen fenómenos socioculturales que, aunque generan transformaciones, tienen como base la etnicidad; algunos de estos aspectos serán abordados en los siguientes apartados.

II. ETNICIDAD, MOVILIDAD Y MIGRACIÓN

Las migraciones y las movilidades de la población indígena han llevado a reflexionar sobre la cultura y la etnicidad, ya que no pueden ser concebidas como arraigadas a los territorios de origen, pues en contextos de inmigración y movilidad, viajan y se reactivan en el ámbito nacional e internacional, en donde los migrantes “multisituados” coexisten con personas de otras culturas. Por ello, tienen que ser comprendidas en contextos de interacción social, distintos a los lugares de origen. Comprender la cultura y la etnicidad en estos marcos sociales, no sólo lleva a repensar estas categorías, sino también entender su dinamismo, expresado en la transformación o reconfiguración de elementos culturales objetivados o subjetivados. Como ya se mencionó, los efectos socioculturales de estos procesos se observan tanto en sus comunidades de origen como en los nuevos espacios de interacción social.

Por ejemplo, en la unión americana la población inmigrante indígena adopta nuevos referentes culturales e identitarios, al tiempo que transforma sus formas de organización social y prácticas tradicionales, para reivindicar su lugar de origen; esta dinámica puede variar según la etnia. Shaffhauser (2000) identificó cambios en los estilos de música que prefieren los jóvenes purépechas; mientras que Sánchez (2017) documentó variaciones en las formas de organización social, espacialmente en la ritualidad, para que las nuevas generaciones de mixtecos practiquen las danzas de “Diablos” y “Chareros” en suelo estadounidense, llevadas de su lugar de origen. Asimismo, las redes comunitarias permiten reunir fondos para, en caso necesario, repatriar el cuerpo de un difunto del mismo pueblo. Pese a la importancia de estos procesos, es necesario explorar nuevas perspectivas para comprender la etnicidad, más allá de su visión primordial en la que representa un hecho objetivo, cuyas características son: “un territorio, el idioma, el sentido de pertenencia, cierta mentalidad común […] independiente de la percepción subjetiva” (Tishkov 1997:245-46).

Por lo contrario, desde la perspectiva constructivista, la etnicidad se plantea como una alternativa que resalta la agencia del actor social. Según este enfoque, los individuos evalúan su repertorio cultural y seleccionan conscientemente elementos que les permitan alcanzar ciertos beneficios y logros: “los sujetos evalúan [su repertorio cultural] y escogen de manera consciente para alcanzar determinados intereses y metas” (Tishkov, 1997: 249). Por ello, se enfatiza la importancia de las percepciones colectivas, lo que resulta clave para comprender la etnicidad de los inmigrantes en un contexto de multisitualidad. En este sentido, juega un papel sustancial en la estructuración de la interacción cultural, mediante la selección de ciertos marcadores de contraste en oposición a otros, como señala Dietz (2017: 198). Por lo que se pone mayor atención en las percepciones de los sujetos colectivos, esto resulta relevante para comprender la etnicidad de inmigrantes en un contexto de multisitualidad; lo cual juega un papel sustancial, tal como lo indica Dietz (2017:198). 

La etnicidad no solo desempeña un papel en la estructuración de las relaciones interculturales, sino que también transforma las estructuras intra-culturales, al objetivar ciertos elementos culturales e instrumentalizarlos como marcadores étnicos (Dietz, 2017:198). En este sentido, la etnicidad no es estática, puede reconfigurarse de acuerdo con las decisiones que tomen los miembros de una etnia en particular, en función de los aspectos culturales objetivados o subjetivados. Un planteamiento similar lo desarrolla Giddens (Dietz, 2017:198), desde el concepto de “rutinización”, según el cual “el actor social gestiona su continuidad, tanto en aspectos culturales objetivados —instituciones, rituales y significados pre-establecidos— como en subjetivados —conocimiento concreto sobre prácticas y representaciones por parte de los miembros del grupo en cuestión”. En este sentido, el actor social debe ser concebido con agencia respecto de su cultura y etnicidad y frente a las nuevas circunstancias que le impone la migración, la movilidad y su condición de multisitualidad.

Además, es necesario considerar que el comportamiento social y cultural de los migrantes tiene múltiples determinantes, como es el caso de las relaciones de poder, que juegan un papel sustantivo en las interacciones entre personas de culturas distintas, por lo que son una determinante de su comportamiento social y cultural. Como lo menciona Dietz: “las posibilidades para ‘inventar tradiciones’ y seleccionar características culturales están sujetas a las múltiples relaciones de poder que ligan al grupo en cuestión con el estrato socioeconómico y con el Estado-nación” (2017:197-98). Desde esta perspectiva, el comportamiento social y cultural de los inmigrantes está condicionado por las relaciones de poder en las que se encuentran inmersos en las sociedades de acogida y el Estado-nación. Con un enfoque similar, Augé (2007:18) hizo notar que “la apariencia que pretenden dar la universalización y la globalización esconde numerosas desigualdades”. Por lo anterior, es necesario considerar los procesos de exclusión o inclusión en los espacios de diversidad cultural, como determinantes del comportamiento social y cultural.

Ante este panorama, los estudios antropológicos sobre la etnicidad, que eran realizados sólo en comunidades de origen, no pueden ser ajenos a la situación de multisitualidad de la población migrante (inciso iii), ni a los efectos socioculturales que en la actualidad están presentes en estos contextos, en donde la agencia del actor social y las relaciones de poder juegan un papel relevante como determinantes del comportamiento social y cultural.

El tema de la multisitualidad ha sido abordado de manera limitada en los estudios antropológicos sobre la migración y la movilidad mexicana. En sus inicios (1930), la investigación centró su interés en lo que sucedía en los lugares de destino, a partir de la inserción de los inmigrantes en un nuevo contexto social. Así, las líneas de investigación prevalecientes se enfocaron en la organización social y familiar (Hirabayashi 1933); el uso colectivo de los recursos monetarios, derivados de la migración interna (Iwanska 1933); la integración de los migrantes a la economía política metropolitana (Lomnitz 1989);  la selectividad de la migración (Arizpe 1989); los aspectos sociales y económicos, ligados a la migración interna en México (Nolasco 1979); y en el estudio de la familia, dirigido al análisis de su estructura, la vivienda en zonas urbanas, la organización del parentesco y la organización social, entre otros aspectos.

Posteriormente, alrededor de 1980, no sólo se analizó a la población en nuevos contextos de interacción social, sino también los vínculos entre sujetos migrantes internos e internacionales (Kearney 1986; Pérez 1995; Besserer 1999; Oehmichen 2001; Sánchez Gómez 2004; entre otros). Como resultado de estos trabajos varios autores propusieron categorías para comprender la continuidad de procesos socioculturales aún con la ruptura de las fronteras de los lugares de origen de los migrantes. Entre ellas emergieron los conceptos de “comunidades espacialmente discontinuas” (De la Peña 1993); “comunidades extraterritoriales” (Oehmichen 2001); y “comunidades sin límites territoriales” (Sánchez Gómez 2004). Los estudios coinciden en que no hay ruptura con la comunidad, sino una extensión de las fronteras territoriales de las comunidades de origen y una continuidad en la reproducción de procesos socioculturales.

Si bien es fundamental la relevancia de estos trabajos, que fueron los antecedentes que analizaron a la población inmigrante en su lugar de destino, también es necesario observar que ninguno estudió a inmigrantes de una misma etnia en múltiples lugares receptores, es decir, multisituados, articulados a procesos de movilidad y menos aún en dos países distintos. Estudiar a los inmigrantes ubicados en distintas naciones renueva los estudios sobre migración internacional, acorde con las transformaciones actuales, ya que no es usual investigarlos paralelamente en dos países receptores. En este sentido, resulta relevante atender a Arias y Abarca (2010; citado en Sánchez 2017:13), cuando mencionan que “la migración es uno de los temas que muestra la necesidad de partir de nuevos modelos teóricos y supuestos metodológicos que rompan con los esquemas del ‘nacionalismo metodológico’”.[10]

Además, esta perspectiva se enmarca en los retos que está produciendo el fenómeno de globalización mundial, para el estudio de la movilidad y las inmigraciones de personas de distintas latitudes. Siguiendo Marcus (2001:112-13), bajo las nuevas estructuras económicas “globalización […] y transnacionalismo […], no pueden ser totalmente entendidos en términos de los macro modelos anteriores al sistema capitalista mundial”.

Desde su punto de vista, los estudios antropológicos requieren transitar de una etnografía local a una “multilocal”. Su propuesta es “seguir a los sujetos de estudio para “descubrir originales rutas de conexión y asociación [entre lugares y personas]”  (Marcus 2001: 112), así como examinar los objetos y sus expresiones culturales que circulan en este sistema de relaciones: “la circulación de significados, objetos e identidades culturales en un tiempo y espacio-difuso” (Marcus 2001: 111). Para el autor, entre los objetos se encuentran: “bienes, regalos, dinero, obras de arte o propiedad intelectual” (Marcus 2001: 118). En el mismo sentido que Marcus (2001), Escárcega y Varese (2004:17) resaltaron el “ir y venir de personas, ideas, objetos materiales, relaciones sociales y económicas, prácticas políticas y culturales, que crean un espacio simbólico significativo”.

En síntesis, la opción metodológica de Marcus (2001) puede ser utilizada para analizar las etnicidades en contextos de migraciones o movilidades, en donde sujetos de una misma etnia o pueblo se encuentran en distintos destinos migratorios, como sucede en el caso de los pueblos originarios de México (mapas 1, 2 y 3) y, pese a ello, establecen vínculos, generan redes y mantienen conexiones más allá de la frontera nacional. El análisis de dichos vínculos se complementa con las aportaciones realizadas desde las perspectivas de redes socioculturales y transnacionalismo, como se explica a continuación.

III. REDES, MIGRACIONES Y MOVILIDAD

Los estudios antropológicos realizados por Orellana (1973) e Hirabayashi (1993), acerca de los migrantes que llegan a la Ciudad de México, fueron pioneros en explicar la formación de redes entre personas de una misma comunidad, en los lugares de destino migratorio. Entre sus hallazgos destacan la relación de las redes con la formación de asociaciones de pueblos migrantes, la reciprocidad, la adaptación del migrante, los procesos de “cohesión social”, los “lazos de cooperación” y la “ayuda mutua” (Orellana 1973; Hirabayashi 1993).

Por el papel que juegan en los contextos de migración, las redes se han constituido en un “capital social”[11] (término propuesto por Bourdieu). También, se les define como “capital cultural” (Hirabayashi 1993), porque se presentan entre personas que pertenecen a una misma cultura, la cual expresan a través de las redes, aunque no siempre es así. Al respecto, la “pertenencia al grupo étnico”, el “compromiso moral” entre inmigrantes, el sentimiento o conciencia por compartir valores culturales fueron identificados por Montes (2001), como factores que explican la formación de redes. Sin embargo, no son los únicos, porque también influyen los factores estructurales económicos y políticos, como fue señalado por Rubio y Millán (2001). Además, están las aportaciones sobre el tema realizadas por sociólogos, en las que destacan el papel de las redes en la reducción de costos y riesgos al migrar, y en la continuidad y el incremento del flujo migratorio (Arango 2001; Massey et al. 2008).

Dichas redes no sólo se configuran entre miembros de la misma comunidad, o de un estado o etnia, también surgen con personas externas a ellas. Al respecto, Ávila (2015:159) propuso analizar los vínculos que los migrantes mantienen desde una visión que llama “integral”, la cual incluye a personas de la sociedad de destino migratorio o de otros orígenes culturales. El concepto de redes, dice el autor, ha sido mono-étnico, por lo que propuso ampliar la mirada hacia otras redes configuradas por los migrantes, que pueden ser multiétnicas. Los hallazgos sobre el estudio de redes complementan el marco analítico para el desarrollo del presente estudio, pues los factores señalados juegan un papel en los vínculos, asociaciones y conexiones que se establecen entre la población inmigrante multisituada y en movilidad.

Entre las personas migrantes o en movilidad (paisanos o parientes) se observa un incremento en los vínculos, tanto en los espacios de origen como en distintos lugares de destino. Esta dinámica, vinculada con la etnicidad, se entrelaza con los vínculos comunitarios, consanguíneos o simbólicos presentes entre esta población, los cuales pueden variar según la etnia. Entre los mixtecos, se ha observado que continúan manteniendo vínculos con sus comunidades de origen, no obstante que viven en Estados Unidos o en la frontera con dicho país. Pero, además, mantienen vínculos con otros ñuu savi que residen en distintos lugares de destino, como puede ser Tijuana en Baja California, México, con quienes están en Los Ángeles o Fresno en California, en Estados Unidos. Contar con este tipo de referentes abre la posibilidad a la movilidad, ya sea por motivo laboral porque cuentan con apoyo para conseguir trabajo en caso de necesitarlo, o por factores de tipo familiar, como visitar a los parientes o contribuir en las redes de cuidado, así como de carácter comunitario.

De esta manera, los vínculos significan redes de apoyo, bases para la reproducción de la cultura o para mantener vivas las relaciones de parentesco, aspectos que justifican el movimiento de la población posterior a un cambio de residencia. Hacia sus lugares de origen, estos vínculos pueden manifestarse a través del envío de remesas familiares o de uso social. Pero, también están relacionados con la reproducción de la cultura, el sentido de comunidad, la pertenencia étnica y con el cumplimiento de obligaciones, como la asignación de un cargo civil o religioso por parte de la asamblea comunitaria, requisito necesario para el acceso a derechos. 

Según Sánchez (2017), la circulación de información entre los mixtecos, a través de las redes, sobre posibles lugares de trabajo y el apoyo y solidaridad que se brindan entre ellos, reduce costos económicos y emocionales en la migración. En este sentido, según la misma autora, no obstante la distancia respecto a su lugar de origen, en estos contextos aflora su adscripción identitaria ñuu savi, de hecho, señala “las redes de la migración se establecen por la pertenencia étnica y constituyen un capital social y cultural para los miembros del grupo” (Sánchez 2017).

También indicó que las redes pueden estar presentes en toda la ruta migratoria, desde los lugares de origen hasta los de paso y destino. Entre los factores culturales que contribuyen a la configuración de redes encontró la pertenencia al grupo, el compromiso moral que se establece entre migrantes, así como los procesos de cohesión social que se generan al compartir problemáticas similares, contribuyen a la formación y persistencia de las redes que se expresan en apoyos entre paisanos, parientes y migrantes. Como ejemplo de ello explicó el caso de la Colonia como la Obrera 3ª Sección, donde los mixtecos obtienen información sobre mercados de trabajo de Tijuana y Estados Unidos y con ello definen las rutas y destinos que van a seguir:

Yo le escribí a mi hermano que iba a venir para que alistara dinero para el coyote. Entonces cuando llegué venía con una dirección, él [el coyote] me trajo ahí, me entregó, ahí le pagaron. Me parece que es similar para todos los que tienen familiares ahí (Enrique, comunicación personal, junio de 2005, Fresno).

El contar con redes ‒menciona el entrevistado‒, permitió que algunos migrantes ya no pasaran por puntos intermedios en la ruta de la migración, llegaron directamente de la Mixteca a Estados Unidos, como señalan las siguientes personas de San Miguel Cuevas y de San Francisco Paxtlahuaca:

Sinaloa, Tijuana nada más al paso (Carlos, comunicación personal, julio de 2005, Fresno).

Me vine directo de Oaxaca a Fresno. Ni idea tengo de cómo es México, nada más llegamos del autobús y nos fuimos al aeropuerto (Aurora, comunicación personal,  julio de 2005, Fresno).

Las redes o vínculos que establecen los migrantes o las personas en movilidad, se extienden hasta el otro lado de la frontera nacional, en el espacio transnacional, por tanto, se considerará también esta perspectiva, la cual se explica en el siguiente apartado.  

IV. COMUNIDADES TRANSNACIONALES

La necesidad de incluir la perspectiva del transnacionalismo radica en que los sujetos de estudio se encuentran del otro lado de la frontera nacional. Basch, Glick y Szanton (1994) refieren las relaciones que establecen los inmigrantes como fundamento de esta perspectiva que definieron como “proceso por el cual los inmigrantes forjan y sostienen relaciones sociales entrelazadas que vinculan sus sociedades de origen y de asentamiento” (Glick y Szanton 1994; citados en Giménez 2007:163-64). Sin embargo, al vivir una situación de “simultaneidad” entre dos naciones, los migrantes se involucran en dos contextos distintos de relaciones sociales, económicas, políticas y culturales. Al respecto Guarnizo (2006:84; citado en Rivero 2017:334) propuso el concepto de “campo de acción transnacional” que alude al “constante intercambio transfronterizo de recursos, discursos, prácticas y símbolos sociales, culturales, económicos, políticos, que engendran diversas identidades y posturas socioculturales del sujeto migratorio”.

En este artículo se propone una reflexión más allá del transnacionalismo que vincula lugares de origen y destino, porque los sujetos de estudio (los indígenas de México) se encuentran en múltiples ubicaciones y sus vínculos se extienden hacia diversos sitios. Bajo esta mirada se retoma el concepto de Ávila sobre “campos sociales transnacionales multisituados” (2015:163), según el cual las redes transnacionales trascienden el binomio de sociedades de origen y destino. Es precisamente en el “espacio social transnacional” donde se generan “vínculos geográficos multipolares”[12], los cuales pueden tener un carácter económico, cultural y de representación política, estableciendo conexiones entre migrantes con intereses comunes (Velasco 2002; Rivero 2017).

Los préstamos de dinero entre los mixtecos para el pago del “pollero[13]” representan uno de estos casos, ya que permiten establecer vínculos transnacionales que, además, pueden ser “multipolares”. Estas prácticas configuran redes transnacionales que aportan a la expansión de la migración y la movilidad, en tanto contribuyen a que más personas de la comunidad se incorporen en estos procesos. Las migraciones y las movilidades de la población han impactado en otras formas de reorganización social y cultural de la población (Sandoval 2011), generando también prácticas transnacionales.

Entre los ñuu savi, por ejemplo, Sánchez (2017) encontró que se involucran en la elección de autoridades y participan en el sistema de cargos, civiles y religiosos, por medio de los cuales mantienen un vínculo constante hacia el lugar de origen. Además, enfatizó, que inciden en la política de la comunidad de origen sin necesidad de estar presentes en ella. También destacó que han reconfigurado la ciudadanía ñuu savi incorporando dentro de sus obligaciones el envío de recursos a su lugar de origen. Al respecto, señaló, que si no cuentan con dinero recurren al préstamo, pero tienen que cumplir con los compromisos establecidos para el bien común. Por otro lado, reportó que los préstamos para cubrir el pago del pollero constituyen otra forma de vínculo, como lo relatan algunos ñuu savi de San Miguel Cuevas que entrevistó, lo cual contribuyó al arribo de nuevos migrantes, y evidencia que las redes transnacionales aportan a la expansión de la migración.

Además, destacó que, como parte de la reorganización sociocultural, se establecen mecanismos para regular el cumplimiento de los miembros del grupo respecto del apoyo solicitado, definiendo reglas que, a su vez, reconfiguran la membresía y pertenencia al grupo ñuu savi:

La que no coopera y no puede ya no cuenta, pues en las listas de aquí ya no se queda. Y la que está unido así, da servicio aquí y coopera allá porque allá también tenemos como una aseguranza, nada más dentro de este pueblo de San Miguel. Si alguien le toca accidente allá y cooperamos 20 dólar cada persona, si son trescientos o cuatrocientos los que están pa’lla y cooperan toda esa cantidad y manda el cuerpo hasta aquí y eso es lo que hacen (Adán, comunicación personal, agosto de 2005, Fresno).

Nos ayudamos, por ejemplo, como somos tres o cuatro personas cuando mandamos el dinero y le prestábamos a otro para que mande su dinero y después nos toca a otros y así (Armando, comunicación personal, agosto de 2005, Fresno).

V.  REFLEXIONES FINALES

 Este texto ha presentado desde un enfoque antropológico un marco teórico-conceptual que permite analizar la etnicidad y la cultura de la población indígena mexicana frente a los nuevos desafíos que plantea la migración y la movilidad en su dimensión internacional, y en el contexto de la multisitualidad. El estudio permitió mostrar el dinamismo de estas categorías expresado en la transformación o reconfiguración de elementos culturales objetivados o subjetivados.

A lo largo del desarrollo, se ejemplificaron estos procesos mediante el caso de los migrantes mixtecos; sin embargo, es importante subrayar que el enfoque propuesto posee una aplicabilidad más amplia: puede ser útil para comprender las dinámicas migratorias de otros pueblos originarios de México e incluso, en ciertos aspectos, para analizar los procesos migratorios de la población mexicana en general.

Este marco parte del reconocimiento de que los migrantes no constituyen una población homogénea. En el caso de los pueblos originarios, sus trayectorias migrantes se configuran a partir de referentes culturales e identitarios que orientan colectivamente sus estrategias de adaptación, sus formas de interacción social y la conformación de organizaciones comunitarias en los lugares de destino. La migración indígena, por tanto, no puede ser entendida únicamente desde parámetros económicos o demográficos, sino que requiere una lectura que incorpore la dimensión simbólica, histórica y política de sus desplazamientos.

Desde una perspectiva metodológica, el estudio permitió articular datos cuantitativos y cualitativos para ofrecer una visión más integral del fenómeno. Los datos cuantitativos revelaron la dispersión geográfica de los migrantes, evidenciando la multiplicidad de lugares en los que se encuentran situados. Por su parte, los datos cualitativos posibilitaron un acercamiento profundo a la agencia del actor social, permitiendo comprender cómo los migrantes indígenas negocian, reconfiguran y resignifican su cultura y etnicidad en contextos diversos. Esta aproximación constructivista reafirma que la etnicidad no es una categoría fija ni esencialista, sino un proceso dinámico que se transforma en función de las experiencias migratorias, las relaciones sociales y los contextos de interacción.

En este sentido, es fundamental superar las visiones primordialistas que conciben la etnicidad como un hecho objetivo y estático. La investigación muestra que los actores sociales indígenas toman decisiones conscientes y colectivas respecto de su repertorio cultural, lo que implica una constante reelaboración de sus identidades. Esta capacidad de agencia se expresa en prácticas cotidianas, en la reproducción de saberes comunitarios, en la creación de redes de apoyo y en la reivindicación de derechos en los espacios de destino.

Otro aspecto central que emerge del análisis es el papel que juegan las relaciones de poder en las interacciones entre personas de culturas distintas. Estas relaciones inciden directamente en los procesos de inclusión y exclusión que enfrentan los migrantes indígenas en contextos de diversidad cultural. La discriminación, el racismo estructural y la invisibilización de sus saberes son formas de violencia simbólica que condicionan su integración social y el reconocimiento de sus derechos. Por ello, es imprescindible analizar estos procesos en un marco de multisitualidad, que considere la configuración de redes étnicas y pluriétnicas, así como los vínculos transnacionales que los migrantes establecen en diversos polos geográficos.

Finalmente, este estudio invita a reflexionar sobre la necesidad de construir políticas públicas interculturales que reconozcan la pluralidad de identidades y promuevan la justicia social. La migración indígena no sólo transforma los territorios, sino también las formas de entender la nación, la ciudadanía y la pertenencia. En este contexto, el análisis de la etnicidad debe ser una herramienta crítica para visibilizar las voces históricamente marginadas y para acompañar los procesos de resistencia, organización y creación cultural que los pueblos originarios despliegan en sus trayectos migratorios.

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[1] El término migración resulta insuficiente para dar cuenta de la diversidad de procesos de movilidad en los que están inmersos los pueblos originarios de México. En la actualidad, estos movimientos no se reducen únicamente a un cambio de residencia sino que se presentan de manera constante y con características y causas diversas.

[2] En México, la población nacional de tres años y más asciende a 119,692,898, de ellos 23,229,089, es decir el 19% se reconocen como pertenecientes a un pueblo originario de los 68 que se identifican en este país (INPI 2020).

[3] Los nombres que aparecen en las narrativas de los migrantes son seudónimos.

[4] Estos desplazamientos no son exclusivos de la población indígena, ya que ésta se incorporó en las rutas migratorias previamente establecidas por otros migrantes mexicanos. No obstante, su comportamiento migratorio, las estrategias de adaptación que despliegan, la forma en que enfrentan las problemáticas en los nuevos contextos, así como las relaciones que establecen con la sociedad de acogida, se sustentan en sus formas de organización, su cultura y su etnicidad, lo cual difiere de la experiencia migratoria de la población no indígena (Giménez 2007).

[5] Según Córdova, “entre 1942 y 1964 se llevaron a cabo […] acuerdos diplomáticos para regular el trabajo temporal de mexicanos en Estados Unidos, lo que dio lugar al Programa Bracero […].” (Córdova s.f.).

[6] irca: “ley aprobada por el Congreso creada con el fin de controlar y disuadir la inmigración « ilegal » hacia Estados Unidos[…]estipula la « legalización » de extranjeros indocumentados que han estado presentes […] desde 1982, [así como,] […] de algunos trabajadores agrícolas, sancionar a los empleadores que a sabiendas contraten trabajadores indocumentados e incrementar la seguridad en las fronteras estadounidenses” (uscis sf.).

[7] Desde la época de la Colonia se ha registrado la migración de mixtecos, asociada con el deterioro y sobreexplotación de los recursos naturales. En la actualidad forman parte de la población más desfavorecida del estado de Oaxaca; por lo mismo, se han incorporado a las rutas migratorias internas e internacionales. Estados Unidos es su principal destino internacional (Sánchez 2017).

[8] En 2002 la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos reconoció que México es un país pluricultural dada la histórica presencia de los 68 pueblos originarios en su territorio, y más recientemente, en 2024, se reconoce a esta población como “sujetos de derecho público con personalidad jurídica y patrimonio propio” (Presidencia de la República 2024:7).

[9] Antes de llegar a Estados Unidos los mixtecos que se establecieron en Tijuana participaron en irca, quien también ofreció regularizar el estatus de personas que residían en zonas fronterizas con ese país, con ello lograron arreglar sus documentos para entrar a los EUA y seguir viviendo en México. En la actualidad, se ha exacerbado la política antiinmigrante y por lo mismo, se han suspendido las iniciativas de amnistía o programas de inmigración. La cbs News (Montoya-Galvez 2025) destaca que esto aplica principalmente para extranjeros de América Latina y de Ucrania, aunque hayan entrado al país beneficiados por programas migratorios, o se trate de gestiones de asilo político, amparos familiares o de otro tipo.

[10] El término “nacionalismo metodológico” hace referencia a la nación o Estado-nación, como unidad de análisis de las ciencias sociales, en tanto que equivale a la sociedad del mundo moderno, lo cual ha sido ampliamente cuestionado ya que esta perspectiva denota un “eurocentrismo colonialista” (Arias y Abarca 2010:58; citado en Sánchez 2017:13).

[11] El capital social se define según Bordieu como: “conjunto de recursos actuales o potenciales que están ligados a la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de interco- nocimiento y reconocimiento; o, en otros términos, a la pertenencia a un grupo, como conjunto de agentes que no están solamente dotados de propiedades comunes (susceptibles de ser percibidas por el observador, por los otros o por ellos mismos) sino que están también unidos por lazos permanentes y útiles” (Bourdieu 1980:2; citado en Capdevielle 2014:9).

[12] Pries argumenta que “el espacio social puede extenderse por varios espacios geográficos […]. Se trata de espacios sociales transnacionales que presentan un vínculo geográfico multipolar” (1999:4; citado en Rivero 2011:333).

[13] El llamado « pollero » es la persona que recibe un pago a cambio de facilitar el cruce sin documentos de personas inmigrantes por la frontera con Estados Unidos (ver García 2007).

Autora :

Carolina SÁNCHEZ GARCÍA, Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural y la Interculturalidad (PUIC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)